El costo del “Sí” de Mariana

Demasiado niña eres Mariana para ser

Demasiado niña eres Mariana para ser «Ximena»

Ella es Mariana y quiere ser feliz. No quiere escuchar más gritos y reclamos. Quiere ser moderna, linda, chévere y por eso hace dietas que no le resultan y viste politos chiquitos y pantalones apretados. Ella quiere estar a la moda para que la quieran. Le molesta donde vive porque piensa que debe existir algo mejor, como en la tele, en la que se ve a esas chicas de las novelas, aunque pobres, son bonitas y al final se quedan con el chico churro.

Ella es Mariana y trabaja por las tardes en el puesto de su mamá ayudándola a vender zapatos en la Feria del Altiplano, pero lo hace con desgano. No es mala hija, ayuda en lo que puede, pero su cabecita soñadora está más allá. Sabe que hay un mundo lleno de aventuras, lo sabe porque tiene HI5, Messenger, Facebook, Orkut, Sonico y cuanta red social le permita ser una voyeur de la vida de los demás y percibir que tienen fiestas, amores y aventuras que los hacen ser especiales.

Ella es Mariana y quiere ser especial para alguien, para un chico que la tome del talle delicadamente, la atraiga hacia sí y la bese con ternura para siempre. Cuando algún amigo o amiga le dice la verdad sobre los príncipes azules, ella no cree nada. Reniega de los consejos sobre estudiar, sobre trabajar, sobre responsabilidades y otras cosas que son aburridas.

Ella es Mariana y acaba de encontrar el amor en la Disco a la que va a escondidas de su madre los sábados con el cuento de ir a la casa de la amiga. El amor se llama Jorge y trabaja en el interior del país vendiendo contrabando y otras cosas más que le llenan la cabeza de aventuras y riesgos que le hacen cosquillitas en la pancita.

Ella es Mariana, mil veces Mariana que intentó decir “no” cuando él le propuso irse con sus dieciséis años a cuestas, por los caminos de la vida por unas palabras de amor eterno. Esas palabras lograron una entrega linda y tierna en un hotel del Avelino Cáceres, detrás del Terminal Terrestre, donde se quedó a esperar el amanecer. Intentó decir “No”, porque algo no estaba bien, pero una discusión con su madre por llegar tarde, las ganas de cambiar de vida y una infinita sed de amor que no sabía de donde le nacían, la convencieron de irse con él.

Ella es Mariana para sí misma, en las noches que tiene libre para pensar en lo que fue, lejos de esa máscara ficticia de maquillaje que, noche a noche, la convierte en “Ximena” en ese bar de mala muerte en la ribera del río Huallaga, donde llegó sin saber cómo y también sin saber porqué. El amor se le ha marchitado en el pecho mustio a consecuencia de varios Jorges que le prometieron libertad, a cambio de dar gratis lo que cobraba a otros. El tiempo pasa y su nombre poco a poco se diluirá en el último recuerdo cuerdo que tendrá, en esa noche en que su conciencia gritaba “No” pero su corazón confuso dijo un “Sí”…

Ella es Mariana…

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