—Papá, te quiero preguntar algo.
—Dime, Mathias.
—¿Por qué cuando crecen las personas se vuelven tan realistas?
(El día anterior, en un ataque certero a su inocencia, la profesora sustituta en su colegio se le ocurrió confesarles a todos los niños de su clase de 5to de Primaria que Papa Noél no existe y que el Hada de los Dientes tampoco, así como otras figuras imaginativas de la niñez)
—Creo que es porque empiezan a tener responsabilidades consigo mismos y quieren resolver todo con la lógica. Te confieso que a mí me pasó lo mismo en algún momento, pero, felizmente decidí un día que no tenía todas las respuestas y la realidad era tan mágica que no podía definir si algo no existía en realidad.
—¿Cómo es eso?
—Creí firmemente que si dejaba de creer en que existían cosas maravillosas allá afuera, dejaría de escribir. La imaginación nos permite pensar en cosas que de repente en la realidad no existen pero que podemos lograr. ¿Eso es magia?, creo que sí, de otra manera cómo explicaríamos que una persona puede crear pinturas, esculturas, diseños como los que haces, cuando en realidad no los imagina o por lo menos no trata de arrancarle al futuro esa idea para traerla al presente y empezar a volverla realidad. La imaginación en pura magia, pero los adultos a veces nos olvidamos de ella.
—Sí, creo que al crecer nos volvemos aburridos.
—Por eso debemos siempre mantener la llama de la imaginación. Hagamos una promesa.
—¿Cuál?
—Nunca dejemos de imaginar y de creer que la magia existe en nosotros. ¿Promesa?
—¡Promesa, papá!
