(Basado en una vieja historia Serbia)
—No vayas a Serbia —alcancé a decirle, “Que, porque roban a muchachas lindas, seguro”. —No, es que allí inició la triste historia de los candados.
«En Banja una maestra llamada Nadia, en medio de sus clases matutinas, se enamoró de un galante soldado llamado Relja que marchaba con su pelotón a la misma hora y pasando por su ventana. El amor entre ambos crecía en medio de paseos por los bosques cercanos, por la playa del balneario y en sus conversaciones en el Puente de Ljubavi. Pasó el tiempo y los ojos de Nadia se iluminaron ante la visión de un anillo de compromiso.
La felicidad era intensa para la novia. Hasta oía las trompetas. Pero no eran de casorio, eran de guerra. El militar fue llamado al frente contra Grecia. Pero la esperanza fue mayor en la joven docente que miraba las hojas del calendario y escuchaba la radio. Pero las noticias que llegaron fueron por telegrama, el joven Relja se había casado en Corfú con una mujer de allí. Nadia murió en vida, y tiempo después también literalmente.
Desde allí las mujeres en Banja, para proteger sus corazones, escribían sus nombres y los de sus novios en candados y los colocaban en las verjas del puente de Ljubavi, con la esperanza de que sus ilusiones fueran eternas.»
“¿Y por eso no debo viajar a Serbia?” —No, es que tengo un candado con tu nombre y el mío y antes que viajes, quiero que lo coloquemos juntos en el puente.
«Ok».