En un inicio la noticia es genial, que se encuentren exoplanetas fuera de nuestro Sistema Solar con capacidad para albergar vida, nos habla de una gran creación, de lo maravilloso que es la vida. Nos empezamos a proyectar llegar hasta allí. Y hasta allí llega la emoción. Luego la realidad nos sacude y nos regresa, ironía, a pisar tierra.
Y es que pensar en que la humanidad viaje a otros planetas solo podría lograrse con algunos conceptos bien claros: respeto por la casa en que vivimos, respeto por nuestra dignidad de humanos, responsables de esta roca que flota en el Universo.
Pensamos que los recursos naturales son inacabables, cuando estamos al borde del no retorno en ese aspecto, es decir que el daño a la naturaleza que ocasionamos con nuestra desastrosa intervención es irreparable y quedaría esperar los apocalípticos anuncios sobre la guerra por el agua, alimentos, hasta por el oxigeno. Mientras, seguimos usando el plástico de manera inconsciente, botando basura, no comiendo todo lo que compramos, abusando del agua cada día.
Por otra parte el respeto al otro es un tema nefasto. ¿Cómo respetarlo si solo lo vemos como un objeto? Cómo respetamos al otro si se quiere centrar nuestra humanidad en el sexo, sus variantes, sus posibilidades de expresión, su mercadotécnia anexa, el no detenerse a pensar las consecuencias biológicas o sociales de extender el pensamiento de que puedes ser lo que quieras y los Estados tienen que asegurarte medicamentos hormonales, medicinas, leyes y cuotas de poder en la sociedad solo por pertenecer a tal o cual colectivo. Mientras la pobreza aumenta y la violencia con ella, porque no todos pueden encajar en la nueva normativa que se está creado.
En vez de proteger a la mujer y a los pequeños, a los abuelos, a las minorías con discapacidades reales, nos enfrascamos en destruirlas como concepto para crear humanos sin normas morales y valores que les puedan fomentar un respeto. Si no tienes respeto por ti mismo y tu cuerpo menos lo tendrás por el de otros. Pero aún así nos perdemos en un sueño de ir a las estrellas cuando como sociedad nos estrellamos de cara. Mejor sería salvar la nave en la que habitamos… aún.
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Por: Sarko Medina Hinojosa, artículo publicado en Los Andes
