El Willac Umo le encomendó estar vigilante, a través de una ventana del oculto complejo, hacia otra ventana y descubriera el por qué, a pesar de los siglos, la fortificación soportaba terremotos, vegetación salvaje y la inclemencia del tiempo.
La Coya estuvo el primer día parada de pies juntos ante la ventana. Nada. El segundo día, descubrió algo y puso las piernas abiertas. Soportó con mayor eficacia el cansancio para poder concentrarse en las formas. Al tercer día el apucamayoc, tocado dos veces por el rayo, la encontró sonriendo. Había descubierto el secreto de la resistencia.
La siguiente prueba sería tallar una piedra de la cantera y llevarla a su lugar correspondiente.
—¡Eso es imposible!, Yo sola no pue… espera, sí puedo hacerlo.
—Acabas de comprender que el invasor también ayuda.
—Sí, ese parásito llamado eucalipto ahora me servirá.
—Vas aprendiendo, Coya.
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Por: Sarko Medina Hinojosa