
Cuando él empezó a hablar sintió que le temblaban las piernas. Trataba de interpretar cada palabra pero le era imposible, su mente viajaba de un lado a otro buscando una frase que le diera sentido a todo esto. Intuía lo que vendría al final, esas palabras que temía. Empezó a culparse entonces, como un mecanismo de defensa, una fórmula para hallar a quién cargar con el peso de la responsabilidad. En este caso al asumirla sentiría que pudo hacer algo, de repente estar más atenta, escuchar o dejar de hablar de sus dolores. Eso. A veces sentía que decir más sobre sí le quitó tiempo a la relación, que estar divagando en sus propios conflictos le hizo evadir los que sentía y tenía su pareja, ese hombre que amaba pero no llegó a conocer nunca, y que por lo que escuchaba, guardaba secretos. Entonces revirtió la culpa, no era solo ella, era también él, que no decía mucho y se callaba, que no aceptaba por lo que estaban pasando y le ocultaba información necesaria para que ella pudiera avanzar, sanar y estar lista para lo que venía, hasta hace un mes en que se armó de valor y la dejó con la verdad atragantada, una verdad a medias incluso, sin entender las consecuencias de esa traición a su confianza sobre su noviazgo.
Hoy trataba de escuchar, como no lo hizo el día de la confesión en que todo fueron lloros y gritos. La verdad completa era mucho más grave y sabía lo que vendría a continuación. No quería preguntar cómo pasó, era muy obvio, los dos dejaron de atender las señales de peligro sobre ellos y se dedicaron a dañarse por otros motivos más banales: que si el celular, que si las deudas, que si las visitas a la mamá de ella o los problemas en casa de él,que si no le gustaba su comida y la vomitaba…
Cuando escuchó la palabra “lo siento”, se derrumbó, era el preludio de lo que intuía, no habría marcha atrás. Intentó ser fuerte y por lo menos mirarlo a los ojos cuando completara la frase final. No pudo, se sentó llorando en el sillón, mientras el médico pronunciaba: “dos a tres semanas de vida”, supo que nada podría arreglarse entre ella y su novio, el ahora desahuciado paciente de cáncer al estómago.
Por: Sarko Medina Hinojosa