“Toc toc”
—¿Quién es?—pregunta la niña.
Detrás de la puerta aparece una Hada Madrina.
—Te he estado esperando desde siempre.
—Sí, pequeña niña, lo sé—contestó la alada señora, algo pasada de kilos con el rostro cansado y un vestido que tuvo mejores tiempos.
—Ahora estoy aquí porque blablabla, ya sabes el resto, espero que me hagas caso —siguió diciendo. —Tienes que entender algo antes de pedirme tu deseo: No debes anhelar algo que después puedas arrepentirte, no debes pedir algo que sabes causará dolor a otros y no debes pedir nada que atente contra ti misma. Obvio, sí puedes pedir cualquier cosa dentro de la realidad posible según las leyes de este universo. Para que me entiendas no puedes pedirme un elefante con pies de hormiga porque se muere en el acto. Te advierto esto según la norma 118, asiente si has comprendido… muy bien, dicho esto, me voy a tomar cinco minutos de descanso establecido por el sindicato antes de que me des tu respuesta.
La niña miró al hada acomodarse con dificultad en la silla de su escritorio. La encontró algo distinta a su imagen de lo que deberían ser esos seres mágicos que poblaban sus libros de cuentos de hadas. Antes de criticar sus zapatos gastados, su vestido sin forma y ajado, su aspecto tan decaído, aún más ahora que estaba durmiéndose y una gruesa gota de saliva empezaba a bajar de sus labios, pensó en lo que le dijo.
Ella siempre deseó partir hacia lugares muy lejanos y correr aventuras, pero eso podía hacerlo sin necesidad de un deseo cuando creciera, además no estaba en la edad de andar sola por allí, primero quería estudiar algo interesante.
También había pensado en pedir uno de esos que llaman «príncipe azul», o lo que sea que fuera lo que su hermana pedía cada noche a las estrellas, pero recordó a los jóvenes que frecuentaban a su joven tía, hermana de su mamá. Eran galantes pero pasajeros, eran guapos pero creídos, eran educados pero cuando comían las tortas que preparaba su mamá, daban miedo, aparte de no ser ordenados, dejar las cosas por aquí y allá y ser desconsiderados cuando pasaba algún tiempo de salir con su pariente. Al final desaparecían como vinieron, lo cual hablaba mucho de su falta de compromiso.
Igual pensó en algo mágico, de repente que le salieran alas, o que tuviera dos estómagos, para comerse más tortas de mamá y que no la dejaran sin parte siempre, por lo menos tener menos pecas o más altura… pero se había examinado antes y se gustaba mucho como era. No quería cambiar eso.
Pasaron los cinco minutos.
El hada se despertó con un ronquido y preguntó, —Muy bien pequeña, dime tu deseo, aún tengo que cumplir mi cuota de esta noche y no sabes lo difícil que es moverse con estas alas tan débiles. Deberían cambiarnos por unas más recias, así como la de los ángeles de la guardia, o como las de las gárgolas, esas sí que son alas. Bueno, perdón, dime cuál será tu deseo.
La niña supo que iba a responder:
—Quiero un helado Banana Split con 25 bolas de sabores diferentes y chispas de chocolate blanco y un cucurucho de galleta e-nor-me.
—¡¡¿¿Qué solo eso??!! Pero porqué no pediste algo más, no sé veinte deseos más, eso es lo primero que piden o mucho dinero, viajar, el amor, no sé, muchas piden eso y otras cosas.
—¿Y les dura?
El hada meditó su respuesta. —Pues… no, la verdad ahora que lo pienso, no les dura, siempre me piden cosas así y cuando vuelvo a verlas de grandes, el príncipe se volvió un sapo, el dinero se les acabó, los viajes no les dejaron recuerdos, la belleza pasó, la casa se derrumbó…
—Sí, eso pensé, por eso pedí un rico helado, y te estás demorando en dármelo.
El hada sonrió a través del maquillaje corrido por el sudor. Agitó su varita mágica e hizo aparecer el helado más rico de este mundo.
La niña dijo —Ven, haz aparecer dos cucharas y lo comemos juntas, que está muy grande para mi solita, luego ya terminas tu trabajo.
El hada hizo aparecer dos cucharas y se quedó a disfrutar del helado junto a esa niña pecosa.
Fin
Por: Sarko Medina Hinojosa
El presente cuento apareció en la revista El Narratorio:
Aveces suelo pensar que cumplir mis deseos materiales me haría completamente feliz eternamente y con este cuento puedo seguir creyendo que dentro de mi lo mas sublime siempre va a ser lo que satisfaga mi momento de compartir lo mas simple de la vida..el placer de mi paladar..derrepente desearía tener dos estomagos
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Lo más simple es muchas veces lo mejor, ¡un abrazo Lucy!
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