
Por: Sarko Medina Hinojosa
—Recuerda, Papá, ahora están atendiendo en el Metropolitano por el sótano, la entrada principal está cerrada no te bajes allí. Tienes que ir por donde sacan sangre, vas donde entregan los tickets y de frente sigues por el sótano, doblas a mano derecha, luego a la izquierda, hay unas gradas, subes al segundo piso y allí ya sabes, has estado antes. Te toca consultorio Medicina Interna 2, con el doctor Cáceres. Aquí está el número de la consulta, no lo pierdas. Te acompañaría, pero me van a descontar en el trabajo si vuelvo a llegar tarde, pero cualquier cosa me llamas y allí sí puedo salir.
—Tranquilo, no te preocupes, no estoy tan viejo para que me anden llevando como guagua.
El taxi lo llevó rápido. Efectivamente, lo que era la entrada principal al Metropolitano estaba cerrada con paneles azules. Al llegar preguntó al guachimán. De frente, por donde los tickets, gracias. Espera, esto es un sótano que da a un almacén, que es esto, hay una flecha: Rx. Laboratorio, pero no dice nada de Medicina Interna, para la izquierda entonces, llega a otro patio, otro almacén, señorita ¿y Medicina?, por las escaleras al segundo piso, eso lo sé, digo por dónde, por allí está la señal. Allí estaba todo el tiempo. Consultorios segundo piso. Retoma el camino, pero hay dos entradas, cuál es, escoge la segunda, cree que por allí no vino, pero sale a dónde toman sangre. ¿Tiene su ticket?, quiero ir a Medicina Interna, por dónde vino, señor, dobla a mano derecha y de allí a la izquierda, ya me dijeron ¿pero por cuál se sube?, allí hay un letrero, no lo hay, señor tengo pacientes, está bien, pero no hay. Allí estaba, y podía ver directo al otro que primero vio. Los dos indicaban clarito por dónde subir. Bueno, la preocupación, el dolor de espalda, la rodilla, la presión. Vamos, son escaleras, ya te enfrentaste a ellas antes. Segundo piso, le toca consultorio 2, entonces va al cubículo de las historias, saca su papelito, nombre, hora, consultorio y número de cita. No hay Consultorio 2, ¿Perdón?, sí, al doctor Cáceres no le han designado consultorio, pero yo qué culpa tengo, no es culpa de nadie, ¿Sí señora?, consultorio 4, sí, con el doctor Carhuamayo, vaya rapidito ya está atendiendo, perdone, pero, entonces ¿a dónde vamos?, espere. Los momentos pasan, su papelito empieza a sudar, el calor, la gente, caras desconocidas, es un ambiente lleno de sillas y no puede sentarse, sus piernas se lo piden, pero la urgencia no lo permite, se sienta y desaparece como reclamante, se convierte en un resignado y esperará eternidades, morirá en esas sillas azules institucionales. Señorita, entonces… entonces hay que esperar, mire ya estamos solucionando, se irá a uno de Dermatología, allí atenderá el doctor. Pero tengo resultados de Rayos X, recuerda, a las justas, en esos chepis que le da la memoria, se siente triunfador contra la ancianidad, recuerda lo que ni su hijo le recordó, puede con todo, con el mundo. No tengo historias. Pero tengo que ir primero, soy el primero ¿no? sí, allí está mi papelito, ¿en qué momento lo puso allí?, está allí mire, si no voy ahora el doctor me atenderá mucho después, por favor. La cara de lástima la tenía preparada, con una sonrisa, antes, de joven, algunos chistes o piropos aceleraba trámites, ahora no se atreve, viejo mañoso, viejo verde, viejo ridículo, trata de no pensar. Mire aquí el número de su historia, con eso podrá ir. Un papel casi en blanco, impreso con tinta de cinta, su viejo enemigo y sus ojos falsos ya no le sirven, ni de muy cerca descubre nada, ¿es un dos?, ¿o un ocho? Jovencito, ¿me ayuda?, es 238832, gracias. Anótemelo y voy. Espere, dónde queda. Por donde vino, está en los letreros. Estaba más que seguro, sabía dónde ir, ese pasaje que no tomó, con el Rx clarito. Llega, le pregunta a una señora, al segundo piso, ¿perdón qué?, pero si de allí vengo, pude ir de frente, yo no sé, suba nomás. Las gradas, esas plataformas de apoyo que desgastan sus zapatos. Las barandas, puntos de apoyo de los cuales soltarse ante la embestida de alguna dama bajando. Trata de no enojarte, nada ganas con enojarte, así es el Seguro, le dijo su pequeño que ahora tiene 45 años, qué sabrá él, pero sabe mejor que él. La ley de la vida. Y allí llega, ¡allí están estos son, los pacientes que recibirán radiación! y los mira y mira la pared de tripley que corta el acceso a otros ambientes, claro, por eso no lo mandaron directo. Allí están, esperan eones, milenios, centurias, no hay cola, entonces cree que puede llegar a la ventanilla. Hay cola, no se pase, pero solo quiero preguntar, pregunte después de formar cola. Pero mi cita es ahora. Espera un momento, tiene las de perder, todos tienen caras de trasnochadores esperando turno. Sale una enfermera. Sí, sí, no, no, tiene que esperar. Está asustado los minutos corren. Por favor, es solo una consulta, ya dejen pasar al viejo. Espera. Quéeeeeee. Oiga, más respeto yo no soy un viejo, quién lo dijo. Ya pase nomás cocharcas. Oiga, que es esto, yo no le falto el resp… ¿cuál es su consulta?, dígame, ¿me veo como un viejo?, no perdón, aquí se recogen las placas, es que tengo consulta y el doc… eso se pide en Archivo. Baja las escaleras, te duelen los músculos. Archivo, dónde carajos queda esa vaina, la paciencia se le diluye entre el sudor de la vergüenza y el calor. Señorita, por caridad, para recoger los resultados de Rayos X, allí pues en laboratorio, suba las gradas y… de allí vengo, me dicen que en Archivo, allí está. Y el dedo señala al orificio de gusano, al callejón de las ánimas, no hay más letreros, no hay señales, ni guachimanes, nada, algunos trashumantes sentados, espectros de otros pacientes que lograron sacar el cuerpo, pero no el alma. Dos personas antes que él. Eso es un alivio. Señor busque bien, señora ya busqué y no está, lo haré de nuevo. Cinco minutos más, no está señora, pero debe estar, recuerda si tiene otra referencia, mi historia antigua de repente, pero por allí hubiera empezado, deme el número. Regresa, un sobre blanco percudido, lleno de marcas de dedos anónimos, pero señora esta es una radiografía antigua, sí, ya no quiero que me atiendan aquí, iré a particular, estamos octubre y mi próxima cita es para enero, no llegaré viva. Nunca escuchó que las radiografías salgan afuera. Pero tampoco nunca escuchó que un empleado público se calle, se hace a un costado quiere ver a la dama. Entiende. También le daría hasta la billetera, el sufrimiento ha remplazado sus ojos, su boca, la nariz. Sale casi tropezando con su suspiro. Ya me dieron, vamos entonces. Ve alejarse a la pareja, recuerda a su María. Y si hubiera hecho lo mismo, si hubiera peleado más, si no… pero nada, ya tiene el enorme sobre blanco, nuevecito, con sus radiografías, tiene que subir. Espera, ¿y los análisis de sangre?, es posible, no quiere creerlo, es posible que los necesite, antes los tenía que pedir, ahora también, le responde la del cubículo de historias, no hay sistema. No quiere bajar y volver a subir las escaleras. ¿Dónde es Laboratorio?, allí señor, siga la flecha, es el letrero, sí, no lo vio, no vio el cáncer, no vio el carro que venía rápido, no vio la recesión, las colas, malditos presidentes, señor ¿se siente mal?, sí, por eso saqué cita con el doctor Cáceres, es buenito, ya lo atendió la primera vez, y siguió hasta los resultados, la sentencia, la cita fue en agosto, señorita, ¿cómo me va a decir que no hay análisis?, el doctor se va a enojar, por favor, señor ¿se siente mal?, sí, ¿no lo escuchó? Por eso vine, ya le dijo el doctor que deberá seguir todos los trámites para que le den cita para Cardiología y Anestesia y eso es lo último, que lo van a operar, pero debe tener todo, a su María no la llegaron a operar, se fue nomás, así despacito dejó de respirar, el doctor me va a ayudar, pero debo llevarle todo, entiendan por favor, vaya a hablar con él pero no grite, nadie está gritando, yo no grito, soy una persona amable, he trabajado toda mi vida, trato de ser honesto, ni intenté cobrar doble seguro como me dijo el abogado, solo saqué a mi hijo adelante, pero no puede venir, si viene lo botan del trabajo, tiene dos hijitos y problemas con su esposa por mi culpa yo lo sé, no me dice, pero lo sé, por qué me gritan, estas escaleras, una tras de otras, ¿van para arriba o para abajo? porqué son tan grandes, señor ¿se siente mal?, sí me siento, un ratito por lo menos, deje que me acomode, señor, ¡Señor!, ¡Auxilio!
Despierta. Su hijo lo mira sonriente. ¿Está en el Cielo? No, no estaría su hijo, estaría su María.
—¿Qué pasó?
—Nada papito, despertaste nomás.
—Tienes agua.
—Vas a tener que aguantar, recién en una hora podrás tomar. Han sido dos días fuertes.
—¿Qué?
—Me llamaron de aquí, me dijeron que te habías caído de las escaleras y te llevaron en camilla porque creyeron que te rompiste la cabeza. No reaccionabas. Cuando llegué el doctor Cáceres estaba tramitando todo. Dijo que de suerte te caíste y así podía meterte de una vez a sala de operaciones, aprovechando que ya estabas en Emergencia y que el cardiólogo estaba de acuerdo. Te quedará la cicatriz en la cabeza, pero ya pasó, estas mejor. ¿Qué pasó?, por qué te caíste.
—Nada hijo, creo que tu mamá me dio una ayudadita o empujadita para que todo esto salga así. ¿No te dijeron algo en el trabajo?
—Tranquilo, me dieron libre hoy para poderte llevar a casa, más tarde te dan de alta.
—¿Tan rápido?
—Así es el Seguro, Papá, así son las cosas.
—Claro, hijo, así son las cosas, tú lo sabes.