Respira…
Y cuenta las veces que jugaste de cara a la tarde, robándole minutos con tus soldaditos en plena selva de alfalfa, las maderas que eran Transformers, tus taps de chapas chancadas volando por el espacio, antes de ir por el té con pan y ver la tele.
Respira…
Y cuenta las veces en el recreo, a la pesca pesca, con los amigos huyendo de los de la patrulla escolar que decomisaban las bolitas, las caretas, los trompos, las figuritas de México 86, a la salida ir por los laberintos de tres pisos y ser el más capo esquivando los hoyos.
Respira…
Y cuenta las veces que te rasmillaste las rodillas jugando en la calle, al sensencaradesartén, pelotas duras y vóley con las chicas que te gustaban pero no les hablabas, la caídas en las biclas, correr a comprar chichasara y fideos, una fanta y tal vez ganarte el globo mayor.
Respira…
Y cuenta las veredas y las líneas de la muerte, saltarlas y esquivar los buzones de agua, contando los bochos de color rojo, pellizcando en octubre por cada beatito, y en el parque el lingo, saltando entre varios en la escalera humana, venciendo la gravedad.
Respira…
Y cuenta los huevos con arroz, las carnecitas fritas en medio del pastel de tallarín, el pastel de cumpleaños, los quequitos del sábado, las mazamorras al otro día, las pasas y guindones, ir por cachitos de mantequilla, pancito con yema, el domingo el adobo y el pan de tres puntas, darle un beso al anisado.
Respira…
Y cuenta las vacaciones, los atardeceres, los cuentos del abuelo Santiago, el Sanguito de Mamá Hilaria, la casa de la tía Hilda, de la tía Sabina, el olor a alfombra y olor a naftalina, la casa de la tía Delia, los primos jugando hasta el anochecer en una playa eterna allá en Camaná.
Respira…
Y cuenta los clavados en la piscina de El Filtro con los del Muñoz, allá en la de Sabandía, cuando tu amigo Pancho te jalaba en la llanta inflada, paseando con Álvaro en la campiña, jugando con Marcos en el parque de Umacollo, con el Larry yendo al cine con las hermanas, con el Alonso en la esquina de La Salle, aprendiendo a ser más que el Chavo y el Chato Púber.
RESPIRA…
Y cuenta las veces que amaste, las que ganaste, perdiste, te perdieron, ganaron tu vida, perdiste la tuya, te renaciste, te renacieron, te salvaron mandándote lejos, regresando para ser aquello que prometiste, y amando siempre la vida que te regalaron.
¡Respira!…
Y cuenta las cuentas del Rosario, vuelve a respirar por cada una, por las veces que te habló al corazón el amigo que caminó encima de las aguas, las que perdonaste y perdonaron, cada una de las personas que te ayudaron, cuenta las sonrisas de ella, tu esposa que te ama ahora sin tregua.
¡RESPIRA!…
¡Y cuenta las veces que soñaste con tu hijo! Cuéntalas una y otra vez, las sonrisas, sus alegrías, los deditos pequeños, los chanchitos de los pies, las veces que desapareciste su nariz, sus triunfos grandes que ovacionaste, sus pequeños dolores que abrazaste, no dejes de contar y respira, respira, respira que esto no acabará así nomás sin pelear, Medina.
¡Respira!… y ama en cada respiración.
Por: Sarko Medina Hinojosa, relato aparecido esta semana en La Central Noticias
