El monstruoso ser la acechaba y ella trataba de ocultarse, pero era imposible.
Se acercó lento con su jadeo insoportable hasta tenerla muy, muy cerca. Su corazón palpitaba amenazando romper su pecho. Las garras empezaron a recorrerla antes del asalto final.
En eso sonó un disparo y la bala atravesó la cabeza del ser horripilante que cayó al piso. La pequeña corrió hacia su salvador y juntos escaparon por el monte, hacia la ciudad del oeste, donde nadie sabría que eran hijos de la bestia.
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Por: Sarko Medina Hinojosa
