—¿Porqué vino a la consulta?
—Le temo a la sangre.
—¿Y eso le afecta de algún modo su diario vivir, su desarrollo social?
—Afecta mi trabajo.
—¿Cómo se dio cuenta de que le teme a la sangre?
—Empecé a sentir repulsión por ella y después ya no la podía ni ver.
—¿Desde cuándo?
—Hace algunos meses recién, antes no tenía este problema.
—¿Trabaja en el sector salud?
—No, ni nada relacionado.
—No me diga, es usted carnicera.
—No.
—Me va a decir que es asesina.
—Algo así.
—Ja, me quiere tomar el pelo.
—No, yo no bromeo nunca. Tengo programado tomar su vida en un accidente automovilístico el mes que entra, habrá sangre y mucho dolor para usted, entonces, este es el trato: usted me ayuda con mi fobia y yo le cambio la dolorosa muerte por una indolora y rápida o, si no me cura, lo mató de una enfermedad lenta y más dolorosa aún, que lo desgarrará por dentro y me evitará el verlo ensangrentado cuando llegue a llevármelo, usted decide y, claro, desconecte ese reloj que mide el tiempo de visita que me está poniendo nerviosa y puede que acelere su fin, doctor.
Sarko Medina Hinojosa
